En Gaza hay personas cuya vida pende de un hilo debido a la falta de medicamentos y de combustible en los hospitales. El riesgo de morir a causa de los bombardeos en la Franja es elevado: antes incluso de que Israel anunciara el sábado el inicio de una nueva fase de ataques —previsiblemente más cruenta— en 22 días de asedio han sucumbido ya más de 7.700 palestinos a los misiles. Pero quienes padecen enfermedades crónicas que requieren tratamiento médico, ya sea con fármacos, con pruebas diagnósticas o con terapias hospitalarias, están haciendo frente a una amenaza adicional. Son los enfermos de diabetes que necesitan insulina; los de cáncer, sujetos a radioterapia o quimioterapia; aquellos con insuficiencias renales que requieren diálisis o pacientes cardiovasculares que deben tomar medicación diaria… En total, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que hay 350.000 personas dentro de la Franja en esta tesitura.

Este grupo de población sufre una o más de las enfermedades no transmisibles, es decir, aquellas patologías que no son provocadas por una infección aguda, pero conllevan consecuencias para la salud a largo plazo y con frecuencia necesitan tratamiento y cuidados, a menudo de por vida. Entre ellas, hay cuatro que representan más de dos tercios de las muertes a nivel mundial: el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y las respiratorias crónicas. En Gaza, todas ellas están presentes, aunque pasen desapercibidas. Es más, están entre las principales causas de mortalidad de la población.

Cuando una vida depende de la electricidad

De entre los 350.000 pacientes que la OMS calcula que padecen una enfermedad no transmisible, hay al menos 9.000 con algún tipo de cáncer, principalmente de pecho, de hígado y de pulmón, que ahora están viendo cómo sus terapias han sido interrumpidas de golpe. Antes del 7 de octubre, alrededor de 2.000 enfermos oncológicos salían a Jerusalén, Cisjordania o Israel para recibir quimio o radioterapia, porque en Gaza no hay disponibilidad. Estos ya no pueden salir, y el resto tenían como referencia el Hospital de la Amistad Turco Palestino, el único especializado de la Franja. El 17 de octubre, su director general, el doctor Sobhi Sikk, comunicó que tenían que interrumpir “gran parte de sus servicios” y que el centro cerraría en las siguientes 48 horas como tarde. Una semana después, la oficina de Oriente Próximo de la OMS (EMRO) confirmó que estaba funcionando “parcialmente” debido a la falta de combustible.

Los bombardeos sin precedentes, el cierre de los pasos fronterizos y el corte de agua y electricidad impuestos por Israel como represalia desde el 7 de octubre, cuando la milicia palestina Hamás atacó a este país, están llevando al límite los sistemas sanitarios. En estos momentos, un 34% de los centros hospitalarios ya no está en servicio, ni un 64% de los centros de atención primaria. Los que siguen abiertos carecen de suministros y del preciado combustible, indispensable para que los hospitales sigan funcionando. Según Médicos del Mundo, 19 sanatorios han resultado afectados, de los que siete han tenido que cerrar por los daños sufridos, la falta de energía y las órdenes de evacuación del ejército israelí. David Cantero, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Jerusalén, denuncia que el sistema sanitario está al borde del colapso. “Tienen que permitir la entrada incondicional de ayuda humanitaria que incluya agua, comida, medicamentos y combustible”, reclama.

“A pesar de las órdenes de traslado, 17 hospitales siguen operativos en el norte de Gaza, ya que la evacuación pondría en riesgo la vida de muchos pacientes frágiles: las personas sometidas a hemodiálisis, los recién nacidos en incubadoras o los enfermos en cuidados intensivos que no pueden verse privados de atención médica de la que depende su vida”, ha denunciado la OMS. La limitada ayuda humanitaria que hasta ahora ha entrado por el paso de Rafah, en el sur, no ha llegado a los hospitales del norte.

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La falta de combustible en Gaza afecta de manera más inmediata a personas cuyas vidas ahora mismo dependen de la electricidad. Cantero alerta de que cuando se paren los generadores, todas aquellas vidas que dependen de máquinas se apagarán “en cuestión de minutos”. “Las personas en cuidados intensivos, la mayoría conectadas a respiradores, y los niños que están en las incubadoras, serán las primeras víctimas”, lamenta.

Una sanitaria atendía a un adolescente palestino ingresado en la UCI del hospital Nasser, de Gaza, el jueves. Los doctores de este centro han denunciado que solo pueden atender casos críticos debido a la escasez de combustible.IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

Mecca es una de ellas. Se trata una niña que llegó al mundo el 21 de octubre de forma abrupta y prematura, después de que un bombardeo matara a su madre, Dareen, que se encontraba en avanzado estado de gestación. Pudieron sacar a la bebé mediante cesárea y desde entonces sobrevive en una incubadora. Como ella, 130 recién nacidos dependen de estas unidades de neonatos.

Las máquinas de hemodiálisis son también una agarradera a la vida para al menos 1.000 gazatíes afectados por insuficiencia renal, incluidos 38 niños, y también están a punto de dejar de funcionar, advierte Raquel Martí, directora ejecutiva en España del comité de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). “Antes [del ataque de Hamás] se daban 30.000 sesiones de diálisis al mes, y para eso hacen falta 13.000 filtros, 13.000 tubos de recogida de sangre y 26.000 cánulas. Pero desde que empezó la ofensiva no ha entrado este material en la Franja”, explica sobre este tratamiento que sirve para depurar la sangre cuando los riñones no son capaces de hacerlo. Esta semana, el director general del hospital Mártires de Al Aqsa, en Deir al Balah, alertó en la televisión Al Jazeera de que estaban reduciendo las sesiones. “Un paciente de diálisis renal se somete ahora a tratamiento una o dos veces por semana durante una o dos horas, pero antes solían venir tres veces por semana”, aseguraba.

Plestia Alaquad es una periodista palestina de la Franja y es de las pocas que ha podido enviar información desde que el viernes Gaza se quedara sin internet y sin teléfonos a causa de los bombardeos. El sábado, Alaquad alertaba de que la situación empeora cada minuto. “No hay servicio [de red]; eso significa que si te estás muriendo no puedes llamar a una ambulancia, y algunas ya no pueden continuar porque se han quedado sin combustible. Los hospitales van a dejar de funcionar en cualquier momento por la falta de electricidad”, denunciaba, en línea con las advertencias del último informe de situación de la emergencia de la oficina de la OMS.

Una enfermera atendía el domingo pasado a un bebé prematuro en la unidad de neonatos del hospital Al Shifa de Gaza.
Una enfermera atendía el domingo pasado a un bebé prematuro en la unidad de neonatos del hospital Al Shifa de Gaza. STRINGER (REUTERS)

Entre los grupos de riesgo también se encuentran las embarazadas, que son unas 50.000, de las que 5.500 darán a luz el próximo mes. No son enfermas, pero sí necesitan un seguimiento continuo, con ecografías incluidas, y en ocasiones deben seguir algún régimen de medicación o al menos de suplementos vitamínicos, de calcio, hierro o ácido fólico, que son inexistentes. Antes de la invasión, el 40% de las gestantes padecía anemia, y con las dificultades para alimentarse, la situación va a empeorar. “Son las primeras que van a sufrir desnutrición. No se les están dando las vitaminas que necesitan para tener un embarazo normal y que el niño no nazca con déficits”, dice Martí, quien recuerda que están registrando una media de 183 nacimientos diarios en la Franja.

Además, dada la situación crítica de los hospitales, muchas están optando ya por dar a luz en sus hogares, lo que aumenta el riesgo de mortalidad materna y neonatal.

Medicamentos esenciales para sobrevivir

El Ministerio de Sanidad calcula que su consumo diario de material sanitario actual es equivalente a su consumo mensual antes de que estallara el conflicto. Entre los fármacos más demandados está la insulina. “Todos los medicamentos y suministros médicos se agotan, incluidos los necesarios para la respuesta inmediata a las víctimas (por ejemplo, suero fisiológico, anestesia), los necesarios para el tratamiento de afecciones a largo plazo (por ejemplo, insulina) y los medicamentos que salvan la vida de los recién nacidos”, denuncia la oficina de la OMS para Oriente Próximo. La anestesia se está usando para los heridos por los misiles, pero ya casi ni existe, lo que está obligando a los médicos a realizar cirugías muy agresivas, como amputaciones, sin sedación. La sangre para transfusiones también escasea y, aunque no fuera así, es imposible mantenerla refrigerada si no hay electricidad.

Los pacientes con afecciones cardiovasculares también son motivo de preocupación porque suponen la principal causa de mortalidad en los territorios palestinos. La principal es la hipertensión, que afecta a un 10% de la población adulta.

Por otra parte, la prevalencia de la diabetes aumenta a pasos agigantados hasta haberse convertido en una preocupación sanitaria a nivel mundial. En Gaza, un 16% de los mayores de 40 años son diabéticos y dependen de la insulina para no morir, pero este tratamiento cada vez es más difícil de conseguir. Rawya Halas, directora de uno de los centros de formación profesional de UNRWA en Jan Yunis, lloraba hace unos días delante de una cámara ante lo desesperado de la situación, con 15.000 personas refugiadas en su escuela y sin poder darles apenas ni agua. “Necesitamos la insulina, la gente se está muriendo y no podemos darles nada; es catastrófico”, sollozaba. De hecho, la UNRWA ya no dispone de 85 fármacos considerados esenciales, y Martí calcula que lo que les queda se agotará en unos 10 o 12 días.

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