Los presidentes de EE UU, Joe Biden, y de China, Xi Jinping, han hecho alarde de armonía y espíritu conciliador al comenzar su esperada cumbre este miércoles en una mansión en las afueras de San Francisco. En un marcado giro en una relación más que gélida a lo largo de los últimos nueve meses, el líder del gigante asiático ha asegurado que ambos países deben ser capaces de sobreponerse a sus diferencias. El estadounidense ha subrayado el interés de su país en evitar que la rivalidad de los dos colosos mundiales “derive en confrontación”. Tras más de cuatro horas de reuniones, Biden ha asegurado que el encuentro arrojó “auténticos progresos”, en un mensaje en X, la antigua Twitter.

“El conflicto y la confrontación tendrían consecuencias insufribles para los dos países”, ha asegurado el presidente chino con una sonrisa, sentado frente a Biden. A ambos lados de los dos presidentes, un largo elenco de asesores, en trajes oscuros, les contemplaba con solemnidad. Presidían la sala dos grandes banderas de los respectivos países. El inquilino de la Casa Blanca subrayó, por su parte: “No siempre hemos estado de acuerdo, lo que no es una sorpresa para nadie, pero nuestras reuniones siempre han sido francas, directas y útiles”.

Aparcadas, al menos por el momento, quedaban las diferencias abismales en asuntos como los derechos humanos, la situación de Taiwán, el control del mar del Sur de China o la competencia tecnológica. Todos ellos asuntos que iban a abordarse, como la guerra entre Israel y Hamás o el conflicto en Ucrania, en las horas de reunión previstas este miércoles.

Ambos se habían saludado a su llegada a la residencia Filoli con un apretón de manos, sin hacer declaraciones a la prensa, rodeados de una intensa seguridad que había cortado los accesos desde kilómetros antes, llenaba los aparcamientos de vehículos de policía y poblaba los palaciegos jardines con agentes del servicio secreto de EE UU y del cuerpo de guardaespaldas presidencial chino. En un indicio, quizá, del temor a la covid extranjera que Pekín implantó en sus ciudadanos durante tres años de pandemia, buena parte de los agentes chinos se cubrían la boca con mascarillas.

El encuentro es clave: China llega con una economía alicaída; Estados Unidos, bajo la presión de los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo. La reunión tiene como objeto evitar que la rivalidad entre Estados Unidos y China, las dos grandes potencias económicas mundiales, “se convierta en enfrentamiento”, insistía un alto funcionario que habló bajo la condición del anonimato con los periodistas que acompañan al presidente estadounidense en su visita a San Francisco para la cumbre con Xi y el encuentro anual del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC).

Es la primera ocasión en que los dos líderes mantienen contacto directo desde que se vieron cara a cara en noviembre de 2022 en Bali (Indonesia) durante la cumbre del G-20. Entonces acordaron dar pasos para reforzar la debilitada confianza entre los dos países y relanzar la relación bilateral más importante del mundo, a la deriva desde que la Administración del entonces presidente Donald Trump y Pekín impusieron aranceles a decenas de miles de millones de dólares de productos de sus respectivos países en 2018.

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Coreografía diplomática delicada e intensa

El incidente del globo aerostático chino que atravesó el territorio de EE UU en febrero pasado antes de ser derribado canceló durante meses esos buenos propósitos. Conseguir la reunión ha requerido una coreografía diplomática tan delicada como intensa: encuentros de los respectivos consejeros de seguridad nacional en Viena y Malta, viajes de los secretarios de Estado, Tesoro y Comercio a Pekín y visitas recíprocas a Washington y San Francisco de altos funcionarios chinos. Mientras tanto, Biden y Xi seguían sin mantener siquiera contactos telefónicos.

Tras los saludos en los jardines de Filoli, una hacienda de 264 hectáreas en Woodside, a 40 kilómetros de San Francisco, los dos líderes han mantenido una serie de reuniones a solas y con sus equipos de asesores. Sus conversaciones se completaban con un almuerzo de trabajo, en el que el menú incluía raviolis de ricotta a las finas hierbas, crujientes de alcachofa, pollo asado al aroma de estragón y pastel de merengue de almendras con salsa de uvas Concorde. Al término del encuentro, Biden ofrecerá una rueda de prensa a las 16.15 hora local (1.15 del jueves en hora peninsular española) en solitario.

No se espera que los dos presidentes publiquen un comunicado conjunto: las posiciones de ambos están demasiado alejadas en todo tipo de asuntos. Pero sí podrían surgir diversos acuerdos. Washington pone sus esperanzas en el logro de un pacto para restablecer las comunicaciones directas entre los respectivos ejércitos, algo que considera fundamental para evitar que alguno de los numerosos encontronazos entre sus patrullas en las cercanías de Taiwán o el mar del Sur de China pueda derivar en una crisis de graves consecuencias. Las conversaciones se encuentran interrumpidas desde que en agosto de 2022 la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taiwán en un viaje que desató la ira de Pekín.

“Es un objetivo clave del presidente Biden”, ha indicado el alto funcionario. “Queremos ver diálogos políticos al nivel más alto, y que los mandos mantengan diálogos sobre las operaciones en el Indo-Pacífico”.

Calentamiento global

Además, “van a ser importantes otras áreas de diálogo en las áreas económicas y comerciales, y sobre tecnología”, que continuarán más allá de la cumbre en la bahía de San Francisco. Ambos países ya emitieron en la noche del martes una declaración para incrementar la cooperación en la lucha contra el cambio climático, una de las grandes áreas en la que Washington y Pekín ―los principales emisores del mundo― comparten intereses.

Pero la Casa Blanca advierte contra unas expectativas demasiado elevadas. “Existe un reconocimiento claro de que el contexto es distinto” y que las cumbres de ahora ―y las que puedan llegar en el futuro― ya no son como las de hace unos años, en las que el éxito se medía por la cantidad de acuerdos firmados. Aunque esos acuerdos, en muchos casos, nunca llegaran a aplicarse. Ahora, “el contexto de la relación Estados Unidos-China es de competición. Y, por tanto, lo que damos son pasos para impedir que la competición derive en confrontación, algo que el presidente ha dejado muy claro y que va en el interés de Estados Unidos, sus socios y aliados”.

Ambos líderes abordan también la situación de Taiwán, la isla de régimen democrático que China considera parte de su territorio y que no renuncia a unificar por la vía militar. Taiwán celebra elecciones en enero y Pekín prefiere una victoria del conservador Kuomintang, más partidario de buenas relaciones con el otro lado del estrecho. Contemplaría con horror un triunfo del Partido Democrático Progresista (PDP), en el Gobierno durante los últimos ocho años y que ha mantenido una relación cada vez más distante con el Ejecutivo de Xi. Al mismo tiempo, la presidenta de Tsai Ing Wen ha mantenido lazos cada vez más estrechos con Washington.

Neutralidad en las elecciones

Pekín aspira a obtener algún tipo de garantía estadounidense sobre su neutralidad en esos comicios. Washington, por contra, sostiene: “Dejaremos clara nuestra determinación a apoyar la democracia taiwanesa, celebraremos que es un logro importante y uno en el que tenemos gran confianza”.

“[Biden] subrayará nuestro continuo compromiso con la estabilidad. Creemos que una firme relación no oficial estadounidense con Taiwán nos interesa, y es algo que va a continuar”. Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con la isla cuando las estableció oficialmente con Pekín en 1979, pero las mantiene de manera informal.

El presidente estadounidense también pedirá a su homólogo chino que transmita un mensaje a Irán, el gran antagonista de Estados Unidos en Oriente Próximo y con el que Pekín mantiene buenas relaciones. Según ha indicado la Casa Blanca, Biden indicará a Xi que es “esencial” que Teherán evite acciones que puedan ampliar el actual conflicto entre Israel y Hamás. Cualquier paso del régimen islámico en ese sentido recibiría una “respuesta contundente” por parte de Estados Unidos.

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