Antes de que se anunciaran oficialmente los resultados de la segunda vuelta electoral, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, felicitó a Yamandú Orsi, candidato del Frente Amplio, por su victoria en las elecciones presidenciales. En un gesto que refleja la tradición democrática del país, Lacalle Pou recurrió a sus redes sociales para anunciar la convocatoria en la que reconoció la victoria de su oponente y garantizó una transición ordenada y respetuosa con las instituciones.
“Llamé a @OrsiYamandu para felicitarlo como presidente electo de nuestro país y respetar las reglas e iniciar la transición con las unidades adecuadas”, escribió Lacalle Pou en su mensaje. Estas actitudes, que se encuentran casi a diario en Uruguay, reflejan el sólido sistema democrático que caracteriza al país, un modelo considerado uno de los mejores de América Latina y el mundo.
Uruguay se caracteriza por la convivencia política que ha construido a lo largo de los años, basada en el respeto mutuo, la transferencia pacífica del poder y la participación ciudadana activa. A diferencia de muchas otras democracias de la región, el país tiene un sistema estable con partidos políticos históricos como el Partido Colorado y el Partido Nacional que datan de 1836, así como el Frente Amplio, fundado en 1971. Esta estabilidad institucional ha permitido a Uruguay posicionarse como un referente democrático en el contexto global.
En las recientes elecciones, Yamandú Orsi, del Frente Amplio, obtuvo una estrecha victoria sobre Álvaro Delgado, del Partido Nacional y representante de la coalición de centroderecha. La diferencia fue de menos de 100.000 votos, lo que supone sólo cuatro puntos porcentuales. Este resultado refleja una sociedad polarizada dividida en dos bloques de apoyo casi idénticos. Sin embargo, la polarización en Uruguay, aunque evidente, ha tomado una forma diferente a la de otros países de la región.
La polarización ideológica es un fenómeno que ha ganado terreno en el país, aunque no ha alcanzado el nivel de confrontación percibido en otras democracias. Según el politólogo Giovanni Sartori, la polarización puede tener efectos positivos si se mantiene dentro de ciertos límites. Por un lado, permite a los ciudadanos ver opciones políticas claras y fortalece el vínculo entre los partidos y sus votantes. Por otro lado, puede convertirse en un desafío cuando los conflictos superan el umbral de tolerancia y la gobernabilidad está en peligro. En el caso de Uruguay, la polarización se ha gestionado de manera que estimula el debate y refuerza los valores democráticos sin desestabilizar las instituciones.
La campaña electoral demostró que la competencia política en Uruguay no socava la convivencia democrática. En las calles de Montevideo, los partidos desarrollaron sus actividades de manera cercana y respetuosa, con carpas colocadas a pocos metros de distancia. Los candidatos también mostraron un comportamiento ejemplar en los colegios electorales. Álvaro Delgado, por ejemplo, esperó pacientemente en la fila para emitir su voto e interactuó cálidamente con los ciudadanos. Estos gestos, que podrían parecer simples formalidades, destacan por su carácter extraordinario en un continente donde las tensiones políticas a menudo desembocan en conflictos y desconfianza.
Uruguay no es sólo un ejemplo de convivencia política, sino que también es considerado una de las democracias más avanzadas del mundo. Según el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), Uruguay ocupa el primer lugar en las áreas de representación política, derechos humanos, estado de derecho y participación ciudadana. Estos indicadores lo posicionan al nivel de países como Alemania y reflejan la calidad de su sistema democrático.
Un elemento clave en la fortaleza de la democracia uruguaya es el respeto a las reglas no escritas que garantizan la estabilidad del sistema. Estas reglas informales, que no están contenidas en la constitución ni en las leyes, son esenciales para el funcionamiento adecuado de cualquier democracia. Como explicaron los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su trabajo Cómo mueren las democraciasEl respeto mutuo entre los actores políticos y la aceptación de las normas democráticas son esenciales para evitar el colapso de las instituciones. En Uruguay, tanto Lacalle Pou como su antecesor José Mujica demostraron este compromiso al oponerse a un cambio de reglas del juego a la reelección inmediata, en contraste con las prácticas comunes en otros países de la región.
Esta tradición de respeto y tolerancia ha permitido a Uruguay realizar una transición de poder sin problemas, fortaleciendo así la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Yamandú Orsi enfatizó precisamente estos valores en su discurso de victoria, deseando “larga vida a nuestro sistema republicano y democrático”. Sus palabras son un recordatorio de que el modelo uruguayo se basa no sólo en leyes, sino también en un profundo compromiso con las prácticas democráticas.
Sin embargo, el nuevo presidente enfrentará grandes desafíos. Uno de los más inmediatos será gobernar sin una mayoría parlamentaria clara, lo que requiere un esfuerzo constante para generar consenso. A pesar de estas dificultades, la estabilidad del sistema uruguayo proporciona un marco dentro del cual las diferencias políticas pueden resolverse sin poner en peligro la estabilidad del país.
Además de la polarización ideológica más o menos pronunciada en todas las democracias, Uruguay ha logrado evitar la llamada “polarización afectiva”, fenómeno generalizado en países como Estados Unidos y España. Esta forma de polarización se caracteriza por una percepción negativa de los opositores políticos, a quienes se considera enemigos o actores ilegítimos. En Uruguay, sin embargo, las diferencias ideológicas no llevaron a una confrontación destructiva, preservando la cooperación y el respeto entre los líderes de los diferentes partidos.
El caso de Uruguay muestra que es posible mantener una democracia vibrante y funcional en un contexto polarizado, siempre y cuando se respeten las normas no escritas y el bien común tenga prioridad sobre los intereses partidistas. La victoria de Yamandú Orsi abre un nuevo capítulo en la historia política del país, y su capacidad para gobernar dependerá en gran medida de su capacidad para defender los valores que han hecho de Uruguay una excepción democrática en América Latina.
En un continente donde las crisis políticas y los intentos de aferrarse al poder son frecuentes, Uruguay sigue siendo un ejemplo de cómo la convivencia democrática puede ser no sólo un ideal sino una realidad. El cambio pacífico, el respeto mutuo y la aceptación de las reglas del juego son principios que no sólo fortalecen las instituciones, sino que también inspiran confianza en el futuro. Yamandú Orsi es heredero de un legado de estabilidad y buen gobierno, y el éxito de su mandato dependerá de su capacidad para preservar y fortalecer este modelo único en la región.